Revisar nuestra huella ecológica es un camino lleno de satisfacción y frustraciones. Nuestro entorno privilegia la acción climática basada en patrones de consumo, es decir, decisiones que podamos tomar individualmente sobre nuestro estilo de vida, como rechazar ciertos productos o modificar nuestra dieta.

Personas dialogando en un potrero
Foto: Facebook Estrategia Ganadera Baja en Carbono.

Disminuir el consumo de carnes rojas es, en efecto, uno de esos cambios personales reconocidos a nivel global. Existe respaldo científico robusto para afirmar que las dietas vinculan la salud humana y la sostenibilidad, con el cambio climático, y que consumir menos proteína animal contribuye a reducir significativamente la presión de la agricultura sobre el ambiente.

Por supuesto, un sector amplio de las personas que no consumen alimentos derivados de animales lo hacen con otras consideraciones, no solo ambientales. Eso no será discutido aquí. 

Lo que no es tan común es tener diálogos sobre la reducción del consumo de carnes rojas por motivos climáticos, que estén basados en información contextualizada. Los impactos de la ganadería suelen ser ilustrados con datos globales, distorsionados por el exorbitante, ineficiente e innecesario consumo de proteína animal por parte de los países del Norte Global. No es de extrañar que la sentencia sea apasionada.

Pero ¿responde a eso nuestra realidad?, ¿está completamente cerrado el debate?. 

Foto de un potrero con ganado y en el fondo bosque.
Foto: Facebook Estrategia Ganadera Baja en Carbono.

Entre el imaginario del potrero y las cifras climáticas

Los impactos ambientales, económicos y culturales de la ganadería bovina en Costa Rica se podrían rastrear hasta la conquista. Existe un largo historial de cruce de variedades animales y de introducción de pastos, así como de importación y exportación. Este proceso no fue espontáneo ni repentino, sino que estuvo orientado por políticas estatales, y por los propios cambios alimentarios de la población. 

Del 2016 al 2019 el consumo aparente per cápita de carne bovina fue de 14 kg anuales. Un estudio de 2017 arroja que casi 9 de cada 10 hogares la come con regularidad, entre una y dos veces por semana. Se muestra que quienes redujeron su consumo, por lo general, fueron personas adultas mayores, principalmente por razones de salud y precio. 

El origen de los principales productos cárnicos que se consumen en Costa Rica es local. El país alcanzó la autosuficiencia en producción para abastecimiento interno desde 1940. Casi un 70% de los consultados en el estudio mencionado afirmaban no haber consumido carne de res importada en los últimos doce meses.

Pese a la clara importancia económica que tiene esta actividad y a la complejidad de su trasfondo histórico, es poco lo que un ojo no entrenado podría afirmar con solo apreciar el típico paisaje ganadero, quizá porque como costarricenses tenemos interiorizada cierta imagen del potrero. 

Si acercamos la mirada, un potrero costarricense es más que sólo un “contenedor” para las vacas. Tiene como mínimo cercas vivas, árboles, quizá una quebrada, suelo, pastos. Esta cobertura verde, en principio, favorece la conectividad del paisaje y de los parches boscosos. La calidad de este servicio ecosistémico depende del grado de biodiversidad del predio. Si alejamos la mirada, observaremos que casi el 20% del territorio nacional son pasturas con una gran cantidad de árboles dispersos.

Foto de un arbol con una placa que dice NAMA Ganadería.
Foto: Facebook Estrategia Ganadera Baja en Carbono.

Panorama actual de la ganadería

Es cierto que la ganadería es responsable de cerca del 23% de las emisiones brutas de gases de efecto invernadero del país, en ese sentido, hay una contribución importante al cambio climático. Sin embargo, se ha afirmado que, como un todo, la ganadería de Costa Rica captura más CO2 del que emite, es decir, es carbono positiva. 

Como es sabido, para la mitigación es fundamental contar con los bosques. Costa Rica ha presumido de la extensión de su territorio que se encuentra bajo el cuidado del Sistema Nacional de Áreas de Conservación: un 25%. Sin embargo, poco se conoce que el 18% del territorio nacional son bosques en manos de ganaderos. El bosque secundario y los árboles aislados de las fincas ganaderas secuestran casi el 70% del total del dióxido de carbono en el país. 

En los últimos años se han dado cambios importantes como la reducción del área total en pastos, debido al avance de otros cultivos como la piña, la palma aceitera y la caña azúcar, y la cesión de áreas de pastos a bosque en crecimiento. Además, intencionalmente, el Ministerio de Agricultura y Ganadería se ha propuesto reducir el área total de pastos a una tasa anual del 1%.  

Es decir, los datos actuales sugieren que Costa Rica, al menos mientras se mantenga la demanda actual, tiene una tendencia contraria a la que preocupa a los/as activistas climáticos globalmente, en términos de cambio de uso del suelo.

Además, aproximadamente un 95% de las fincas son de pastoreo, técnica donde los animales se alimentan del forraje disponible en los potreros. Sin embargo, existen algunos desafíos muy importantes, porque casi el 97% de las fincas no tratan los residuos sólidos y líquidos generados por la actividad, y esto ha llevado en algunos casos a denuncias penales por apropiación y contaminación de fuentes de agua. 

En el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, se creó un mecanismo voluntario para que los países se unieran a las metas globales de mitigación, de acuerdo a sus propias habilidades y capacidades técnicas. Esas “Acciones Nacionalmente Apropiadas de Mitigación”, se conocen como NAMAs (por sus siglas en inglés).  

Costa Rica cuenta con su NAMA Ganadería, que es el brazo operativo de la Estrategia Ganadera Baja en Carbono, desde el 2015. Ésta ha promovido tecnologías para reducir las emisiones y los costos, y aumentar la productividad. Por ejemplo, el pastoreo racional, el cercado de apartos pequeños, la siembra de mejores pastos, uso de cercas vivas, la protección de fuentes de agua y la genética adaptada. También se hace énfasis en procesos más centrados en el bienestar animal, como la disminución de estrés proveyendo sombra, alimentos de mayor calidad y fuentes de agua cercanas.

La participación informada es clave

No, no debería estar completamente cerrado el debate. Sin duda, la lucha en contra del cambio climático y la búsqueda de justicia climática deben considerar la transformación de nuestros sistemas agroalimentarios. Pero las personas en la trayectoria del activismo climático en Costa Rica tenemos una deuda con las zonas rurales de nuestro país. Tener una mejor noción de en qué hemos avanzado y en dónde están nuestros principales desafíos, será una herramienta para que nuestra incidencia sea más precisa y más poderosa.  

Más allá de nuestras preferencias alimentarias personales, debemos continuar comprometidos/as con una acción climática basada en la evidencia científica. Aún cuando, a nivel productivo, la ganadería en Costa Rica ha experimentado una contracción importante en los últimos treinta años, una porción importante de la población costarricense no sustituirá su consumo de proteínas cárnicas en los próximos años, ni es viable para la economía la extinción repentina de la cadena cárnica nacional (preproducción, producción primaria, agroindustria, mercado y comercialización). 

Entonces ¿qué transformaciones podríamos buscar? En una próxima entrega profundizaremos en alternativas para la coexistencia de los medios de subsistencia rurales y la acción climática, con alto respaldo científico y de los movimientos campesinos.

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