Uno de los objetivos más importantes del movimiento feminista es alcanzar la igualdad y equidad de género para las mujeres. Para poder lograrlo ha sido de vital importancia comprender cuáles son y cómo funcionan las inequidades basadas en el género que afectan a las mujeres en los diferentes ámbitos de sus vidas.

Una de las grandes discusiones con respecto al Acuerdo de París estaba en torno al lenguaje relativo a los derechos humanos, en donde también figuraba los aspectos asociados a la igualdad de género. ¿Pero, por qué es tan importante transversalizar la categoría del género? ¿El cambio climático nos afecta a todos y a todas por igual?

Precisamente, la importancia de transversalizar el género en los acuerdos climáticos está en que el cambio climático no afecta a todos y a todas por igual. El género es una categoría que, junto con la clase y la raza, agrava las consecuencias adversas del cambio climático para las mujeres: es un tema de justicia climática.

La relación cambio climático y mujeres sucede en dos direcciones: el género agrava los riesgos del cambio climático y los efectos adversos del cambio climático asevera las desigualdades de género. ¿Por qué sucede esto?

La relación de las mujeres con los ecosistemas es muy distinta a la de los hombres. No por motivos biológicos ni “naturales”. Sino por razones estructurales sociales y materiales que se pueden dividir en tres inequidades:

  1. En la distribución de los recursos productivos, la propiedad y el acceso al mercado laboral;
  2. En la distribución del poder y en el acceso a espacios de toma de decisiones;
  3. En la distribución del trabajo reproductivo y de cuidados de los otros.

Evidentemente, el género se cruza con otras categorías como lo son la clase y la raza. Es decir una mujer blanca urbana no vivirá el cambio climático de la misma forma que una mujer campesina indígena.

Estas inequidades las excluyen de los procesos productivos y de toma de decisiones. Y, por otro lado, les adjudica responsabilidades asociadas al cuidado de los otros (humanos y no humanos). Lo que las hace especialmente dependientes a los recursos naturales de subsistencia.

Para llevar a cabo los trabajos de cuidado, sin acceso a los recursos productivos, necesitan echar mano de elementos tales como leña, agua, plantas medicinales que se encuentran en lo que la ecología política feminista llama espacios intermedios: aquellos con poco valor económico pero importantes para la reproducción de la vida.

El cambio climático tiene efectos adversos que, junto a otras prácticas como por ejemplo el extractivismo, provoca una degradación ambiental que afecta los recursos de subsistencia y por lo tanto la vida de las mujeres.

Bina Agarwal explica que la degradación ambiental afecta 6 aspectos críticos de la vida de las mujeres campesinas: tiempo, ingresos, nutrición, salud, redes de supervivencia social, conocimiento.

Se requiere de más tiempo para procurar recursos que ya no se encuentran tan fácilmente, por ejemplo en algunas zonas el agua. Esto conlleva a menos tiempo para dedicar al descanso o actividades que generen ingresos para ellas y sus familias (pobreza de tiempo).

Por otra parte, los cambios en el clima que afectan los recursos también tiene consecuencias en la salud y nutrición de las mujeres y de las personas a quienes cuidan. El agua contaminada por las inundaciones, la muerte de los cultivos por la sequía son algunos de los ejemplos.

Las mujeres campesinas dependen de forma especial de las redes sociales conformada por familiares y vecinos. Los efectos adversos del cambio climático ha provocado que millones de personas se vean obligadas a desplazarse lo que ha generado una ruptura en las redes de supervivencia social de las mujeres.

Finalmente, el conocimiento está ligado a prácticas sociales concretas. Los saberes que las mujeres tienen de los ecosistemas surgen del uso que hacen de estos cotidianamente. Una degradación del ecosistema tal como lo conocen implica también una forma de epistemicidio de las prácticas de saber que se han reproducido y producido a través de generaciones.

No solamente es importante que el género sea una categoría transversal en los tratados y acuerdos climáticos, es necesario que las mujeres de diferentes clases y étnias participen los procesos de toma de decisión, porque el cambio climático las afecta de forma diferenciada y son ellas quienes conocen sus necesidades y oportunidades para la acción climática.

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